domingo, 3 de marzo de 2013

Línea 8. Verde.

La línea 8, que corre entre Garibaldi y Constitución de 1917 es una línea joven. De hecho, es más joven que yo y se ve más acabada...quizá eso de transportar gente todos los días, a lo largo de 17.679 km en uso, o el estar expuesto siempre a los rayos del sol, o todo eso junto, terminan desgastandolo a uno.

2 de marzo, una extraña mañana de sábado que marca, cual presagio el inicio de una nueva vida. No, no me saqué la lotería. Tampoco voy a tener un hijo ni he tenido una experiencia reveladora en el baño (Lola dice que el baño es lugar de Epifanías). Nein. Solo que terminé con un ciclo: mi estadía como becario de Universum ha concluido, de una forma más bien...buena. Aunque extrañaré ir, comienzo a trabajar en mi tesis y en un proyecto de investigación interesantísimo: el efecto del ambiente sobre la propagación de agrietaduras de aceros microaleados. Así que si saben algo de eso, cualquier ayuda es bienvenida.



Comencé, como siempre, medio dormido, y sin pensar demasiado en lo lejos que estaba mi objetivo; que hacerlo solo logra desanimar a quien sea; así que, como los AA, un paso a la vez, me dispuse a salir en una estación muy concurrida: Garibaldi/La Lagunilla, a las 8h45, que se encuentra en la encrucijada de la Avenida para ricos por la cual pasan miles de pobres a diario, Paseo de la Reforma, y Eje 1 Norte. Garibaldi, ese patriota italiano, admiradísimo por mi, que peleo por la Unificación (bueno, depende el autor: a algunos les gusta decir "RE-Unificación", por aquello del Imperio Romano) Italiana, fundó los camisas rojas, una legión extranjera, peleó por la "libertad" de varios países sudamericanos, se adhirió al genial conde de Cavour, y termino pensionado, aunque nunca dejó de luchar por correr al Papa de Roma. Salí pues, del metro para ver enfrente de mi el mercado de la Lagunilla, proyectado por el, a mi parecer, más completo arquitecto de México durante los 60 y 70s: Pedro Ramírez Vázquez. Pero hablo demasiado de Giusseppe Garibaldi; salí y tomé el rumbo equivocado, caminando hacia el norte. Alguna vez escribí aquí que no me gusta preguntar, y este es un buen ejemplo de porqué: conocí el parque Santiago, además de perderme en la inmensidad de la colonia Morelos, un lugar arquetípico de la cultura popular, donde confluyen los vendedores matutinos de tamales, los borrachos en la mañana, los bares, las señoras que van al mercado...en fin, un lugar que a mi parecer es exquisito para la observación.

Retomé el rumbo, después de deleitarme con el kiosco (?) del jardín, y de ver el CCU Tlatelolco, casi en la Unidad del mismo nombre, empecé a caminar por el Eje Central, hasta hallar de nuevo el Metro Garibaldi y una escultura de otro persnaje importante para la liberación de Sudamérica, el Gral. José de San Martín, para por fin comenzar la caminata. Definitivamente, no estaba preparado para la cantidad ingente de borrachos con anforitas, bares, y cobijas que hay entre el metro y la plaza de Garibaldi. 





Mariachis, palomas y tequila se mezclan en un lugar por el que parece no pasar el tiempo. Y no, no me refiero a que no envejezca el lugar, recién remodelado, sino a que no importa la hora del día que uno pase, siempre habrá al menos un conjunto de mariachis dispuestos a ir a tocar gallo a un panteón, a una novia dolida, o a la madre que los parió, por unos cuantos centenarios, como al general Vergara (disculpe la referencia a "Agua quemada" de Carlos Fuentes). Después de esta parada obligada, y de saludar a Santa Cecilia, reconocible por el arpa y patrona de los músicos, que le dan el símbolo a la primer estación de L8, segui por el Eje. Y una cuadra después, en Belisario Domínguez no pude menos que hacer otra parada. Y es que la Iglesia de la Purísima Concepción se perfiló, y tuve que entrar. Con fortuna, pues limpiaban, pude conocer este lugar, raro porque al parecer formaba parte de un convento y no tiene una planta de cruz latina, y no tiene ábsides, ni nártex, aunque sí una parte debajo del coro, especial para los, o más probablemente, las religiosas. frente a ella, una capilla de san Lorenzo, el santo español que, con su dalmática y a la plancha, es inconfundible.








El cuadro, el mismo que antes de la plaza Garibaldi; sin embargo, poco después, Bellas Artes se erige, majestuosa en su grandeza, fastuosa por definición; con todo y su correspondencia con línea 2, direcciones Taxqueña y Cuatro Caminos, anunciada primero por el Teatro Blanquita, y luego por la Latino. En las ventanas del Palacio Postal se reflejaba el Palacio de Bellas Artes, después el Banco de México. Soy débil de espiritu; no pude seguir y pasar de largo Madero sin detenerme y entrar al templo de San Francisco el Grande. Ver su planta de cruz latina, su interesantísimo acervo, su desconcertante monograma de los jesuítas, cuando se trata de un templo de la Tercer Orden de hermanos menores franciscanos... 








El recorrido que uno podría hacer con ojos cerrados, si no fuera por los automovilistas, gente y vendedores ambulantes: el Eje Central, llegando a San Juan de Letrán, que por cierto, es la sede de la parroquia de Roma y no San Pedro, como muchos pensábamos. Su imagen es la Torre Latino, y está frente a El Moro, churrería y después, el Cine Teresa. Después, por el Eje, de nuevo, para de nuevo, ser victima de mis más bajos instintos: dar vuelta, antes del metro Salto del agua, para llegar a las oficinas del metro, con todo y su CENDI, y la verdadera razón de desviarme: el mercado de San Juan. Bueno, uno de los tres en menos de 4 manzanas. Al que yo fui, venden carnes exóticas: tigre, ciervo, cabrito, cebra...ubicado en E. Pugibet y Buentono. Ahí mismo está otro de los mercados de San Juan, el de flores y después regresar al eje, ir a la plaza de las Vizcaínas nomás porque me gusta. Al llegar a la esquina de Izazaga y el eje, y al metro Salto el Agua, eran las 10h09. Mis afanes de turista atentaron contra el tiempo de caminata.








En una hora, el recorrido de 6 minutos en vagón. Así que, muchas imágenes increíbles y 60 minutos menos de vida después, llegué al cruce, donde está el siguiente mercado de San Juan, reconocible porque ahí venden muchas peliculas originales, bara bara.

La parte monótona del camino: el Eje Central, pasar frente a un parque en Chimalpopoca, donde se consumen sagrados alimentos, metro Doctores, metro Obrera el lugar donde guardan los trolebuses...pasar por Roa Bárcenas, lugar importante para la familia, porque ahí  vivieron un tiempo, cuando aún era vecindad, en el número 61. Después caminar hasta Tlalpan que, una vez más, fue una especie de oasis para mis ganas de caminar, pasar Tlalpan, Llegar a Chabacano, Línea 8. Esta zona fue una gran sorpresa para mi; la Obrera y la colonia Vista Hermosa ciertamente transmiten una paz, al menos el sábado en la mañana que es díficil y complicado explicar. Después, caminar hasta hallar el Eje 3, para pasar por una estación de transferencia, llegar a la Viga y al metro La Viga, con sus peces, debido al antiguo canal de La Viga. Ya eran las 11h07 y yo apenas iba en la estación 8 de 19.










El circo volador me despidió de ahí, y me recordó que no pude ir al concierto de Diablo Swing Orchestra. Caminar, pasar el viaducto y llegar al pueblo de santa Anita, donde me sorprendió la cácara de su iglesia, que es pequeña y no es fea, pero no fue mi favorita; sin embargo, la postal del atrio es fascinante. Seguí, por ese pueblo, llegué al Eje 2, que era el mismo que caminé con familia para la L4, llegué a metro Santa Anita,  correspondencia con Línea 4, terminal y dirección Martín Carrera, con su embarcadero y tomé Coyuya. Esa palabra náhuatl significa "cascabeles", y la estación está hasta la esquina de Coyuya con el eje 3. El pie de un conchero, con cascabeles, es la imagen de dicha estación. Y esa parte es la aburrida...apareció metro Iztacalco, la "casa de la sal", y su imagen es la portada de la Iglesia de San Matías; después, Apatlaco, "lugar de baños medicinales" con su teocalli con agua hirviente dentro, porque un canal con ese nombre llevaba a la central de abastos. Después está Aculco, "lugar donde tuerce el agua" representado por una ola de agua en un canal; enfrente, por si ocupan, hay una bruja que hace limpias de combis. Eso me intrigó mucho, pero también hace cosas más mundanas, como amarres y eso. Siempre por el Eje 3, apareció un metro que es viejo conocido: Escuadrón 201, representado por el escudo de dicha entidad militar, la agrupación de la Fuerza Aérea Mexicana, que participó con algunas (muy pocas) acciones en el frente del Pacífico, en la Segunda Guerra Mudial, pero que tardo más en adiestrarse. Para entonces ya eran las 12h19. Poco más de tres horas y media de camino...













Para cuando llegué a Ermita Iztapalapa ya tenía tedio. Y más porque sabía que llegar a esa esquina iba a ser aburridísimo, pero pues como también las cosas feas son parte de la vida, y lo monótono de vivir nunca cesa intenté tomar buen ánimo, y caminé. Llegué al Hospital Pediátrico, de nuevo y repetí parte del camino de la vez pasada: hasta Atlalilco, con su pozo, por ser el lugar donde se almacena agua. Pero ahora, casi 1 kilómetro después de la entrada de línea 12, llegué a la entrada de L8. Después, metro Iztapalapa, con un sol, porque el Cerro de la Estrella era donde se llevaba a cabo, cada 52 años, la ceremonia del Fuego Nuevo, algo así como un siglo, para los antiguos habitantes de lo que ahora es la Ciudad de México. apareció, casi luego luego, un puente que siempre me ha intrigado, con un Cristo con su cruz, una forja en bronce, muy grande, que precede al panteón y a la Capilla del Señor de la cuevita, al que entré, pues no conocía. La iglesia no es demasiado bonita, no ha sido muy cuidada y sus óleos son de poco valor artístico, aunque de mucho valor de culto; pero lo más bello es que en su gigantesco atrio hay 8 pares de bancas, cada uno donado por uno de los ocho barrios de Iztapalapa: La Asunción, San Ignacio, San Miguel, Santa Bárbara, San Lucas, San Pedro, San Pablo y San José. Dichos barrios están en boga cada Semana Santa, pues ellos aportan a todos y cada uno de los participantes en la recreación de la Pasión de Cristo, como medida para que dejara de haber peste. Y de eso tiene más de 160 años. Por cierto, en dicha iglesia vi niños vestidos folklóricamente, y uno de ellos, de charro y en un pony. Gracioso. Después, seguir caminando hasta el Cerro de la Estrella, con su cerro y las tres cruces, donde se lleva a cabo la representación, tomando como eje la descripción de San Mateo, antes Leví. Al llegar al metro UAM-I, con el escudo de la Universidad Autónoma Metropolitana, porque el plantel Iztapalapa (no es un uno) se encuentra cerca. Una de las estaciones que cambió de nombre de "La Purísima", por la avenida que pasa por ahí, en 1995. Por cierto, al principio de la entrada mencioné al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, y ahora también. Porque fue el primer rector de la UAM, en 1974. Solo faltó un poco más, para llegar por fin a la meta: metro "Consti", o "Constitución de 1917", en honor de la vieja Carta Magna que nos rige, que de hecho, es una copia de la del 24, con algunos parches. Pero para entonces, yo ya estaba rendido, eran las 13h36, es decir,  caminé 4 horas 51 minutos. Y ya, en líneas, voy a la mitad del camino. Pero ¿saben? Es raro. No sé si acaso alguien me lee, o solo estoy escribiendo esto porque no tengo nada mejor que hacer, o algo. Pero llevo 6 de 12 líneas, 106.477 de 202.771 km  (52.51%) y 105 de 195 estaciones (el 53.85%). Poquito más de la mitad...en total he caminado durante casi 27 horas Ö.